Tras la Lluvia, el Arcoiris: La Historia de Emma Después de Gabriel.
La primera vez que experimenté la maternidad, fue de manera espontánea e inesperada. A pesar de mi juventud, decidí aventurarme en el hermoso camino de ser madre, tal como lo había anhelado. La vida me premió con una preciosa bebé que superó mis sueños. Después de graduarme de la universidad, planifiqué con entusiasmo la llegada de mi segundo hijo, un bebé deseado y esperado.
Contrario a lo que había imaginado, concebir a Gabriel me tomó un año completo. Fue entonces cuando, como un regalo divino, un hijo de Dios entró en mi vida un año después de iniciar mi búsqueda. Al principio, anhelaba tener otra niña, pero debido a la prolongada espera, solo deseaba un bebé saludable al que pudiera consentir.
El día que supimos de nuestro encuentro, fue como la anunciación del ángel Gabriel. Con un espíritu profundo dentro de mí, su llegada fue anunciada de manera sorprendente, formando una celebración en mi hogar. Amigos y familiares de todos los rincones se unieron para celebrar su llegada, creando una fiesta llena de energías profundas.
A medida que atravesaba una variedad de emociones, sentía que fuerzas sobrenaturales acompañaban a este bebé. Aunque aún no le había comunicado a mi pareja, él ya me había revelado que sería un niño. A pesar de que temí que esta noticia me molestara, me alegró saber que podría darle al varón tan deseado por mi pareja, quien se había sentido decepcionada durante mi primer embarazo al ser una niña.
En esa misma fiesta que había sido formada por aquel angelito, una intensa discusión con mi pareja en ese entonces marcó el comienzo de un duelo sagrado que nunca llegó a su fin. Inicialmente, pensé que la pérdida de Gabriel había sido un castigo divino, ya que durante nuestra disputa sentí cómo mi corazón se fracturaba a tal profundidad que Gabriel no pudo resistir. Imagino que el nivel de tristeza proveniente de su madre apagó la fiesta para él en un instante. Tal vez las malas vibras no deseadas en esa celebración contribuyeron a que la vida de mi bebé Gabriel llegará a su fin.
Al preguntarle al médico porque pensaba que había ocurrido, con mucha calma me informó que le sucede a 1 de cada 3 mujeres, generalmente debido a factores genéticos o biológicos. En muchas ocasiones, el aborto espontáneo no tiene una justificación clara; simplemente sucede. Así, una pérdida involuntaria, un aborto espontáneo, se convirtió en la realidad de mi querido Gabriel. No tenía ni siquiera una foto de ecografía para recordarlo.
Una pérdida involuntaria antes de las 20 semanas no se entierra y tampoco hay ninguna ceremonia para despedirlos, porque nunca llegaron a este mundo, expulsados de manera natural. Para mí, fue un proceso triste y emocionalmente difícil.
Gabriel representa la pérdida más profunda en mi vida; su presencia vive solo en mi corazón, acompañándome siempre. Comparto su nombre con pocos, ya que para mí, él es un ángel que nunca deja de estar a mi lado. Poco después de su partida, con el corazón roto, me encontré en la espera de un bebé inesperado, claramente no planeado. En ese momento, mis planes incluían separarme y divorciarme rápidamente de mi pareja actual, algo que creía que este nuevo bebé cambiaría para mejor.
A pesar de no desearlo, este nuevo embarazo se presentó como un arcoíris después de la tormenta. Fui premiada con la noticia de un embarazo lleno de miedo pero esperado. Experimentando estrés a cada instante, me resigné a la llegada de mi segunda bebé, esta vez una niña. Justo un año después, en el aniversario de la partida de Gabriel, el 23 de julio 2013, me encontré en el hospital para el nacimiento de mi hija Emma. Ella es un bebé arcoíris, un símbolo de esperanza y renovación después de la tormenta. Los bebés arcoíris son portadores de luz divina, destinados a nacer para traer paz y alegría.
A través de mi arcoíris, la luz sigue brillando. Aun recordando siempre a mi amado Gabriel.
Mi bebe Arcoirir
Emma 23 de Julio 2013
